Hace mucho tiempo, en un imperio extranjero, el rey decidió que sus comidas no eran lo suficientemente saladas. Entonces, ordenaron al consejero real que conquistara las “Islas Sagradas” que se rumoreaba que tenían la sal más salada. Tras esa declaración, el bufón, la maruja y el vicario del rey huyeron a sus propios reinos para informar a sus superiores de esta campaña, y todos los espías fueron recibidos de la misma manera: – “Si ellos quieren la sal, yo debo tenerla. Ningún imperio o criatura mítica se interpondrá en mi camino, ya que el nuestro es el reino elegido. Consejero real, prepara todo para la invasión.

Y así, cada gran esfuerzo de los reinos se convirtió en matar a la bestia mítica que protegía esas tierras, la última de su tipo, más vieja que la sustancia viscosa de la que se formó su carne rosada. Todo ello para lograr la superioridad táctica sobre los otros reinos, antes de que su gente se dé cuenta de que derrocar a la monarquía es mucho más fácil y seguro que matar a una bestia que no se puede matar.